Maratón

MARATÓN DE SEVILLA. 25 FEB 2018

Os pasamos la crónica y fotos-vídeo de la participación de nuestro corredor MARIO en la Maratón de Sevilla, el pasado domingo 25 de febrero de 2018:

Faltaban escasas semanas para que concluyese uno de los años más asépticos y anodinos que recuerdo cuando, a finales de noviembre de 2017, recibo un mensaje de la persona encargada de coordinar la labor de las liebres en el Maratón de Sevilla preguntando si, para la edición 2018 tendría algún inconveniente en pasar de llevar el globo de 4h 15´a llevar el de 3h 45´.

Ansioso como estaba por algún cambio, contesté que sí sin llegar siquiera a calcular que esto suponía rodar cuarenta segundos por kilómetro más rápido y en un momento en el que no me sentía, ni de lejos, en mi pico de forma. Pero como decía Cantoná (o al menos, yo se lo escuché a él) “aquel que prevea todos los peligros nunca surcará los mares”.

Con cierta preocupación por si Iberia había perdido mi maleta y, con ella, mis zapatillas, el viernes 23 aterricé en Sevilla a la hora programada, con el tiempo justo para hacer una rápida excursión al Mercadona para comprar algunos artículos infantiles destinados a la Operación Potito y poner rumbo al Foster´s Hollywood de Luis de Morales para completar la carga de hidratos… o de lo que sea.

El 24 por la mañana fui a por el dorsal, cuya entrega fue particularmente ágil. Aproveché para escuchar los consejos de Paula González, Asier Cuevas y Jesús España; saludar a Abel Antón y, de forma repentina, desvirtualizar a Dani Quintero, quien resultó ser aún más agradable en persona que por Twitter.

A las 7:30 del domingo llego a la salida, instalada como otros años en la avenida Carlos III. Una de las ventajas de ser liebre es que se nos permite hacer uso de la carpa élite, así como de su servicio de guardarropa, por lo que pude ahorrarme el paseo hasta el estadio para dejar la mochila. Tras un rápido calentamiento procedí a recoger el globo e identificar a mis compañeros de ritmo, con quienes aproveché a hacer una pequeña puesta en común de los criterios a seguir.

Finalmente acordamos diluir la pérdida de tiempo de la salida y el margen de error del GPS en la totalidad del recorrido para evitar tirones o cambios de ritmo que pudieran perjudicar al grupo, para lo cual habría que mantener un ritmo estable entre 5´12´´ y 5´15´´ por kilómetro.

En torno a las 8:30 suena el disparo de salida y nos ponemos en marcha. La primera dificultad que nos encontramos es que, a diferencia de ocasiones anteriores, no hay reloj en el arco de salida, por lo que no sabemos exactamente qué retraso llevamos con respecto al tiempo oficial; así que no nos queda otra que fiarnos del instinto y andar muy pendientes de los tiempos de paso por si hubiera que corregir alguna desviación importante.

Se ha formado un buen grupo alrededor de corredores decididos a parar el crono antes de alcanzar las 3h 45´. Todo son sonrisas, palabras de ánimo y alguna que otra plegaria a divinidades diversas. Vamos recorriendo los primeros kilómetros junto al Guadalquivir con el entusiasmo del que sabe que, independientemente de lo que ocurra, ese será un gran día.

Abandonamos el río para dirigirnos al kilómetro diez, que ha de ser nuestra primera referencia para estimar si vamos llevando un ritmo adecuado, pero aunque aquí sí hay reloj, éste no funciona o ha experimentado algún tipo de viaje en el tiempo, pues marca apenas un segundo de carrera. Decidimos mantener el mismo ritmo, pues vemos además que la gente va cómoda y hasta el momento no ha habido queja alguna.

A la altura del kilómetro 12 el cordel que me une al globo decide un año más romperse y éste inicia una ascensión tan rápida que hace imposible recuperarlo, aunque el hecho de llevar un dorsal a la espalda indicando el tiempo y un pañuelo morado en la cabeza (sí, también los hacen de mi talla) hacen que sea fácilmente identificable. Hemos tenido un par de bajas en el grupo, pero sigue reinando el optimismo entre los que permanecen con nosotros. Hago uso del primero de los tres geles que tengo programado consumir durante el recorrido, pero parece que a mi estómago no termina de parecerle buena idea.

Poco después entramos en la avenida Kansas City, para mí la parte más soporífera de la carrera, aunque me queda el consuelo de que al abandonarla, y tras solamente cuatro giros, se encuentra el paso por el medio maratón. Ahora sí, el reloj de carrera funciona y marca 1:53:20. Llevamos apenas 50 segundos de retraso y todavía tenemos otros 21 kilómetros para seguir recuperando. Los cálculos habían sido correctos.

Pasamos por delante del Sánchez Pizjuan y nos dirigimos al kilómetro 30. El grupo se va haciendo más pequeño debido a que algunos corredores empiezan a desinflarse y se ven obligados a bajar el ritmo o incluso a abandonar. El Paseo de la Palmera, entre el Benito Villamarín y el Parque de María Luisa empieza a parecer ya zona de guerra, con gente estirando en los bordillos, gente caminando y alguno que está siendo asistido por los sanitarios.

Inmediatamente antes de entrar al parque empiezo a acusar las primeras molestias consecuencia de haber prescindido del segundo y el tercer gel. Las piernas se están vaciando y eso ya no tiene arreglo, haga lo que haga así se van a quedar. Mi compañero de ritmo se percata de que no voy bien y empieza a tirar de mí.

Voy aguantando con dignidad y me sorprende el hecho de que este año, la plaza de España se recorre en sentido horario, llega a haber incluso un momento en el que no sé muy bien dónde estoy, pero al ver la Universidad me reubico rápidamente. Tengo la sensación de que he bajado el ritmo y de que no estoy cumpliendo con las expectativas, pero al pasar por el kilómetro 37 compruebo que, según el Garmin, este último kilómetro ha salido exactamente igual que todos los anteriores, lo que me tranquiliza bastante. No me importa demasiado el dolor de piernas, pero me resultaría muy frustrante no cumplir mi cometido.

El trayecto entre la Giralda y el puente de la Barqueta es, sencillamente, espectacular. Si es verdad que el paso es más estrecho y que eso complica en ocasiones los adelantamientos, pero el ambiente es indescriptible. Al final del puente, el stand de Physiorelax con Ángel Sánchez al micrófono y la señal del kilómetro 40; quedan dos, y ciento noventa y cinco metros, unos once minutos y medio para que todo termine.

Kilómetro 41, se divisa el estadio y vuelve a apreciarse concentración de público. Puede que pretender comparar, como hacen algunos, el túnel de entrada al recinto y el túnel del circuito de Mónaco sea una exageración; pero la sensación es apabullante, casi tanto como la pena que da ver el estado de conservación de la pista, que alguna vez albergó un mundial de atletismo con sus Giraldillas abertzales y todo, y por la que hay que recorrer unos 250 metros antes de cruzar el ansiado arco de meta.

Finalmente paro el crono en 3:45:31 (oficial) son 32 segundos fuera de tiempo para lo que estaba estipulado, pero como el globo había tomado otros derroteros hacía ya 30 kilómetros no se apreció el error en el video de meta. Y el neto fue de 3:42:41, por lo que aquellos que entraron conmigo, alcanzaron sobradamente su objetivo.

Me gustaría agradecer a la organización que, un año más, hayan confiado en mí para esta tarea tan complicada como gratificante; a Lili, el apoyo logístico y moral; a Pino,  permitirme meter un 42k en mitad de la preparación para una media; a Ana, no dejar que me desanime en un momento en el que los números no estaban saliendo; a Juancar y Sergio el gran trabajo que están haciendo conmigo en el gimnasio; y a Marta, Vanesa, Mayte y mis queridos aliens, hacerme sentir que, de algún modo, algo tan absurdo como ir corriendo del punto A al punto B y así sucesivamente, tiene algún sentido.

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