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42 MARATÓN DE AMSTERDAM. 15 OCT 2017

Os pasamos la crónica, fotos y vídeo de la participación de nuestro socio MARIO en Maratón de AMSTERDAN:

VÍDEO:

Cuando en octubre de 2016 le pegué un bocado de 14 minutos a mi marca anterior de maratón dejándola en 3h 10’45», decidí que todo invitaba a atacar la barrera de las tres horas en 2017; así que me puse a buscar un maratón de otoño y en esta ocasión me decanté por Amsterdam, pues reunía las condiciones que buscaba: era en octubre, en un país frío y con un recorrido más o menos fácil.

Durante los cinco primeros meses de 2017 vine realizando unos entrenamientos más dirigidos al mantenimiento que a la progresión, pues no es conveniente estar a tope todo el año; pero siempre con la mirada puesta en el 15 de octubre. La prueba de esfuerzo había arrojado resultados muy positivos y los tiempos de las primeras carreras del año habían sido sensiblemente mejores a las del anterior. Todo marchaba según el plan.

El 29 de mayo inicié la preparación específica del maratón, una vez superadas un par de decepciones que me había llevado en el medio maratón de Madrid y la carrera de las Edades del Hombre. El plan se mantenía, aunque la confianza, inevitablemente, ya no era la misma.

Caían las semanas y fui cumpliendo punto por punto las indicaciones del entrenador, que para eso las hace, y casi sin darme cuenta llegó octubre y con él, el final del entrenamiento. Los test hechos hasta el momento desaconsejaban buscar las tres horas y establecimos que la opción más sensata sería buscar un registro entre las 3h 04´y las 3h 09´según se comportase el corazón.

Dos días antes de la prueba, la organización de la carrera envió un correo advirtiendo de que se esperaban para ese fin de semana temperaturas anormalmente altas. Empezamos bien…

A las 5:30 del domingo 15 de octubre sonó el despertador. Durante el desayuno fui repasando mentalmente la estrategia, aunque ésta sólo constaba de un punto: mantener la frecuencia cardiaca entre 156 y 158 los 36 primeros kilómetros y a continuación permitir que se disparase.

8:30; llego al estadio olímpico, y a las 9:00 me dirijo a mi cajón. Inicio un suave calentamiento y pocos minutos después me doy cuenta de que, antes incluso de tomar la salida, ya estaba empezando a sudar. Aquello empezaba a parecerse demasiado al desastre de Vitoria en 2015.

9:30; pistoletazo de salida y a correr. En este momento no hay mucho que decidir, te lleva la marea y vas más pendiente de que no te derriben que de establecer un ritmo. La sana costumbre de respetar los cajones hace que este proceso sea relativamente limpio y se resuelva sin incidentes, sueño con que algún día hagamos lo mismo en España.

Los primeros kilómetros conectaban el estadio olímpico con el Vondelpark y atravesaban éste de forma longitudinal. Las sensaciones son buenas, aunque aún es pronto para hacer valoraciones certeras. Al menos no aprecio ningún tipo de molestia física ni digestiva. Según abandono el parque coloco el Garmin en modo “frecuencia cardíaca” y me centro en mantener el pulso dentro del intervalo previsto.

El globo de las tres horas ha desaparecido ya en el horizonte, como el talento de Robert Smith o mis esperanzas de hacer algo útil con mi vida; así que decido ponerme a la par de una corredora que llevaba exactamente el mismo ritmo que yo. Recorremos juntos el tramo entre el kilómetro cuatro y el nueve casi como si nos entendiéramos sin hablar, de una forma completamente armónica, pero llegando al kilómetro 10 se apartó del recorrido para hacer uso de uno de los lavabos portátiles dispuestos a lo largo del camino.

Como no me parecía demasiado elegante acompañarla y además la situación podía inducir a error, opto por ponerme a rebufo de un señor italiano que estaba unos metros adelantado pero a un ritmo casi idéntico.

El kilómetro trece rodeaba el parque de Martin Luther King para ir a parar a la margen derecha del Amstel (área con agua en neerlandés) río que atraviesa Amsterdam y ya de paso le da nombre a la ciudad. Aquí la humedad se hace notar aún más mientras la temperatura sigue subiendo y empiezo a acusar cierta sensación de deshidratación. Seis kilómetros más adelante, se cruza el río para volver por el lado contrario. Al paso por el kilómetro 20 la deshidratación ya no es una percepción, es un hecho. Me veo obligado a reajustar el ritmo para mantener las pulsaciones en su sitio y evitar riesgos innecesarios, que aún falta la otra mitad y no estoy de humor para protagonizar escenas dramáticas. Paso el medio maratón en torno a 1h 37´. El resto del camino junto al río se me hace bastante desagradable entre la sed, que no hay forma de saciar; la estrechez del camino que provoca roces accidentales con otros corredores y un fuerte olor a estiércol.

El tramo entre el kilómetro 25 y el 34, al igual que en Frankfurt, transcurre por las afueras de la ciudad, entre zonas industriales y grandes parques, lo que resulta bastante monótono pues además en esta parte hay bastante menos público; cosa que realmente tampoco me influye demasiado pues yo sigo concentrado en mi pulso cardíaco.

A partir del 35 se vuelve a entrar en la ciudad propiamente dicha y se percibe una levísima pendiente hacia abajo que mis piernas agradecen sobremanera. Tal y como estaba planeado, a partir de la señal del kilómetro 36 me dejo llevar y decido echar el resto. Paso por encima del Ámstel por última vez y me dirijo de nuevo al Vondelpark, que me parece extrañamente más largo en sentido de vuelta que en el de ida…

Consciente de la presencia de fotógrafos de la organización y de diversos medios, intento recorrer los últimos 1.500 metros de carrera con la mejor cara y de la forma más elegante posible. Finalmente accedo al estadio olímpico y tras media vuelta a la pista cruzo meta deteniendo el crono en 3:18:12.

Son siete minutos y medio más que el año anterior, y dieciocho minutos y trece segundos más que la marca que pretendía y que llevaba meses persiguiendo; pero es mucha mejor marca de la que hubiese hecho si me hubiese obcecado en perseguir las tres horas, puesto que dadas las circunstancias hubiese reventado antes del kilómetro quince.

Se habla mucho de la motivación y de la preparación psicológica necesaria para seguir adelante cuando todo parece estar en contra. Se habla mucho de la persecución de objetivos a cualquier precio… Pero no se habla tanto, y quizá debiera hablarse, de la fortaleza mental necesaria para renunciar al que ha sido tu principal, o incluso único objetivo durante un año cuando llegas a ser consciente de que buscarlo puede suponer poner tu salud o incluso tu vida en grave riesgo. Un atleta debe conocer su propio cuerpo y debe ser capaz de anticipar cómo se comportará este ante factores externos adversos. Así mismo ha de comprender que renunciar a un objetivo de tiempo para adaptarse a las circunstancias no supone en ningún modo tirar por tierra el trabajo de la temporada ni supone un fracaso, sino una oportunidad para volver a empezar, un poco más experimentado y un poco más sabio; que, como dice la canción, “no es un paso atrás, es un paso más”. Me gustaría pensar que, con diez maratones en mis piernas, algo empiezo a saber de esto y desde luego tengo la firme intención de volver a ponerme en marcha en cuanto me den permiso.

Me gustaría dedicar esta carrera a Nacho, Lucía, Mateo, Alejandro y Diego; futuro reemplazo de atletas. A Marta, pues aún sin saberlo constituye un importantísimo apoyo. A mis padres, hermanos, abuelo y sobrina; fans incondicionales. A Lili, compañera infatigable, contigo empezó todo. A mis aliens, hooligans en la distancia. A Pino, artífice de todo esto. A Mayte, coach H24. A Elsa, donde quiera que estés, porque el recuerdo de tu sonrisa me da la fuerza necesaria para recomponerme y dar  el siguiente paso.

 

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